Time, waits for nobody…
Time, waits for no one…
Nos lo servía el recientemente conmemorado Freddie Mercury, en forma de intragable melaza sónica poco antes de morir. Era uno de esos refritos extraídos de un musical, que el increíble chorro de voz de Freddie coloreaba de su particular manera, sin que ese detalle le diese aún así el más mínimo interés. Todo ello por supuesto evaluado mediante mi perversamente retorcida vara de medir…
¿Por qué la mala música tiende a recordarse tanto como la buena? ¿Por qué soy capaz de recitar de memoria algún tema del idiota de Melendi mientras he sido incapaz de memorizar la letra de Like a Rolling Stone?
Estás podrido, Mellow…
Al grano. Abro mi blog y veo que la última entrada es del 9 de junio. Hoy es 28 de noviembre. Como en toda suma de cualquier contable del estado que se precie mis cálculos tienden a ser poco exactos; no sé , ¿cinco meses y medio? Es mucho, mucho tiempo. El último comentario al último post se reduce a un lacónico TOC TOC del 16 de noviembre de mi buen colega Menta, onomatopeya que bien puede interpretarse como una llamada a mi puerta o un pequeño par de pataditas en los testículos…