"...si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan.
¿Y qué dicen los pájaros? Todo lo que se puede decir sobre una matanza; algo así como ¿Pio-pio-pi?"

Kurt Vonnegut. Matadero cinco o la cruzada de los niños.

"...para que pueda ocurrir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible..."

Herman Hesse.

"La vida es así, llena de palabras que no valen la pena, o que valieron y ya no valen, cada una de las que vamos diciendo le quitará el lugar a otra más merecedora, que lo sería no tanto por sí misma, sino por las consecuencias de hacerla dicho."

José Saramago. La Caverna.

"La guerra la hacen jóvenes que no se conocen y no se odian, pero se matan. La guerra la organizan viejos gordos que se conocen y se odian, pero no se matan."

Daniel Alegría, o Erik Flakoll.

"...si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice, y todo,
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos..."

Mario Benedetti.

martes, 7 de junio de 2011

Ego y frustración...

          
            Mi especialidad: dejar apagarse fuegos que debería alimentar con diligencia, mientras enciendo otros en lugares a los que nunca debería acercarme; en el granero, o en medio del bosque agostado, como si supiera realmente lo que hago, como si pudiera apagar la llama con sólo desearlo, y evitar así que de mis amados árboles quedase tan sólo un recuerdo negruzco y humeante...

            Así es mi vida. Del placer, del amor, de la pasión, sólo queda eso: un recuerdo requemado de tanto usarlo. Lo demás, todo lo bueno que queda en el existir, me permite vivir; continuar en mi nada cotidiana como si el navegar tuviera realmente un sentido, como si fuera realmente a llegar a puerto alguna vez; como si en ese puerto hubiera realmente alguien a quien le importe una mierda si vives o mueres, o si te has torcido el puñetero tobillo al tropezar en el escalón de un bar, o si te sangra la nariz los domingos...

            “...todos estamos hechos de una mezcla variable de ego y frustración, y a veces, aunque parezca increíble, podemos tener dentro un 100% de cada...”

            Esto lo decía María, una estupenda amiga que tuve hace mucho tiempo; una chica que a simple vista no parecía gran cosa, que no destacaba en absoluto pero, como casi cada uno de nosotros, guarda en su interior tesoros increíbles. Algunas personas tienen el don de hacer reír, otros cocinan como los ángeles, otros saben hacer música que me hace llorar. Lo de aquella chica era dar en el clavo con cada martillazo; cada una de sus frases parecía una verdad aplastante, y expresaba con tal belleza lo que creía de la existencia que cada vez se dirigía a mí yo sentía que ponía un dedo en cada una de mis llagas hasta hacerme enloquecer de un revelador y casi placentero dolor, y a veces, si conseguía dejarla hablar hasta terminar, encontraba otras más, ocultas entre los pliegues de mi estúpido interior, en las revueltas de mi pretenciosa alma...

            Estuve colgado por ella durante muchísimo tiempo. Cada vez que la encontraba por la calle, daba un respingo; como un adolescente me asustaba y tartamudeaba, trataba de parecer mucho más de lo que realmente era, un hombre mejor...

            ...pero nunca jamás tuve el valor suficiente para decirle absolutamente nada al respecto. No podía acabar con lo que vivía entonces, buscar un nuevo mar, algo de sentido a aquel tiempo en el que perecía consumido, más o menos como hoy...

            Estaba entregado a algo más estable y sólido, a un propósito mucho más alto Navegaba por la ruta conocida, llegando al mismo puerto jornada tras jornada, confiando en que allí seguramente debía haber alguien a quien le importase una puta mierda mi tobillo torcido y mi sangre en la nariz; pero como gran cantidad de los altísimos propósitos de los hombres, resultó acabar como la mayoría de ellos...

            ...en el vertedero.

            Si me hubiera molestado en preguntar a marineros con algo más de experiencia, probablemente me hubieran explicado que la regla más importante cuando uno se hace a la mar es a su vez la más simple:

            Trae peces. Da algo.

            Y yo, ignorante de mí, atornillado a mi chalupa, madrugando día tras día, tendiendo la red y arreglándola cuando se rompía al enredarse en las rocas, desplegando y arriando las velas al vaivén caprichoso del viento, siempre a la busca de lo mejor, de lo que creía que necesitábamos...

            ...sólo para volver con las manos vacías. Ni un solo pez que echar a la sartén. Nunca traía nada.

            Así me fue.

            ¿Y qué fue de María?

            Dejé de echar leña en aquel fuego. Desaparecí. No cogí el teléfono la última vez que me llamó. Desapareció ella también.

            La última vez que la ví, iba en el metro. Yo no la saludé, ella no me vio. Se puso de pie en su parada, en la que solíamos despedirnos con dos besos; levanto sus finísimos brazos, se hizo una coleta; al parecer le molestaba su melena, era verano...

            …bajó del tren y subió las escaleras...

            …mientras yo miraba, sin decir nada...

            Y así, mientras la última brasa de aquel fuego sigue ahí, a la espera de una lluvia copiosa que se la lleve al carajo definitivamente, para dejarme un poco más hueco, un poco más pobre de espíritu, más desengañado, más muerto...

            ...me asaltas de nuevo desde una nota manuscrita al pie de unos textos de oposiciones que han aparecido entre los trastos de mi mudanza; por aquel entonces yo los llevaba a todas partes, para estudiar a todas horas, como todo buen obsesivo compulsivo. Intenté tomar la frase al vuelo, después de que la dijeras, y te la hice repetir por pura torpeza, para poder anotarla con más tranquilidad...

            “...ego y frustración...”

            La madre que te parió. ¿Por qué tenías que decir esas cosas? Si te escuchase cualquier otra persona, te tomaría por loca...

            La verdad, he tenido muchísima suerte en la existencia. He conocido a personas que me han convertido en algo mejor, o al menos eso creo, a pesar de lo cual no he conseguido ser gran cosa. Eso es lo bueno de la amistad; a veces te encuentras con seres que te empujan levemente en otra dirección porque estabas a punto de tropezar con el escalón del bar, y consiguen que, en vez de romperte la nariz contra el suelo, salgas casi indemne, con un tobillo torcido...

            Ese es a su vez el pequeño inconveniente de encontrarse con personas a las que quieres poseer, con todo lo que ello conlleva en esclavitudes compartidas; puede que te salves del desastre, pero cuando caminas, no puedes evitar sentir el dolor en el tobillo, o en el esternón, o donde quiera que sea que te duela.

He de repetir una idea de mis viejos posts: quien siembra deseo, recoge opresión. Sea cual sea el motivo del deseo, sólo acarrea frustración, aguijoneada por nuestro ego...

            He de admitir, ahora que ya no me escuchas, que tenías razón. Solamente somos una especie de globo hinchado solamente por aire; creemos que hay algo más dentro de nosotros, pero esos dos parámetros son los que dominan nuestros actos. ¿A cuántas personas dejamos a un lado, como un juguete roto, pensando que no valen lo suficiente para nosotros, mientras, con una fe ciega en nuestra suerte, nuestro ego nos asegura que encontraremos algo que nos merezca? ¿Cuántas veces hemos culpado a los demás, a la circunstancia, de nuestra falta de realización personal, cuando quizá realmente no valgamos tanto? ¿Cuántas veces la frustración ha guiado nuestros actos, enterrándonos aún más en el agujero en el que nos metió nuestro ego?

            Yo sólo añadiría un tercer componente a tu fórmula: el miedo.

            Así, el cromatógrafo dice del gas de mi globo lo siguiente: 3,666 período % ego, 2760 % frustración, 85 % miedo, resto, gas inerte…

            Así están las cosas, ya ves...   
           
            ¿Hablarás con alguien de mí? ¿Les repetirás las tonterías que te dije? ¿Habré dejado en tí un poso que merezca la pena?

            Eso espero.

            Nunca más me llamarás, pero si lo haces, esta vez cogeré el teléfono...


5 comentarios:

  1. Peligrosa María………me ha gustado.

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  2. Hola Melow:
    Inteligente María,y torpes los miedos,los falsos orgullos que nos hacen no vivir lo deseado,cúmulo de frustraciones que nos agraden a nosotros mismos.Inexperiencia.
    Si no ella,María,sí sonará algún día ese tfn. por alguna otra de su especie,esas/os que nos hacen de espejo y nos hacen sentirnos descubiertos y sin esa soledad que nos arrastra.

    Me gustó el relato,muy nostálgico,sigues en búsquedas tal vez sin ser del todo consciente,no sé.

    Un saludo,
    PIPO

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  3. Siempre estoy en búsqueda, incluso cuando encuentro...

    Gracias a los (al parecer) dos únicos lectores que me quedan.

    Mañana tempranito otro post. No tengo tele, y escribo mucho.

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  4. Melow,comentaristas, no lectores.Cuando escribo este han visitado tu blog 1.504...¿esos qué,no cuentan?.
    Era de suponer que la búsqueda siempre sigue...Pues como Celaya ,un hombre en búsqueda permanente.

    Saludos,
    PIPO

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  5. Desafortunadamente Mellow, el miedo es algo que no es fácil controlar.

    Saludos

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