Normalmente circulamos por nuestro tiempo sin tomar completa conciencia de lo que nos ocurre realmente. El trabajo, los críos, fútbol, hipoteca, crisis, mañana, cena, aspiradora; llevamos tantas vendas en los ojos, tantos planes en la cabeza, que vamos dando cada paso como autómatas, pensando en otras cosas. A veces, hacen falta sorprendentes circunstancias para que caigamos en la cuenta de que; entre esa niebla, entre todas esas distracciones agobiantes que no nos dejan ver lo que realmente nos duele o alegra, caminamos a veces sin una dirección definida, como escapando de la sartén para caer en las brasas…
Esos distraídos pasos acabaron un sábado por llevarme frente al departamento de ropa interior masculina de El Corte Inglés. Caí entonces en la cuenta de dos cosas:
1.- Debía intentar quedar con chicas, ergo, tenía que comprar ropa interior.
2.- No tenía a nadie cerca a quien le importase una puta mierda qué calzoncillos iba a adquirir, porque estaba jodidamente solo. (qué curioso, el autocorrector insiste en cambiar “jodidamente” por “podidamente”. ¿Qué hostias será eso? Otra frase llena de subrayados en rojo…)